4. LA SALVACIÓN

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; Romanos 1:16,
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Romanos 10:10

El tema de la salvación está estrechamente ligado con el del nuevo nacimiento. Este último tiene que ver principalmente con la necesidad, el origen y la naturaleza de la vida espiritual que a todos los seres humanos deben recibir de Dios; el tema de la salvación hace hincapié sobre los efectos liberadores y el alcance de la provisión de Dios en Cristo. A continuación vamos a meditar en siete cosas tocantes a la salvación.

          I.             Su Definición.
La palabra “salvación” significa simplemente “liberación”. Se usa comúnmente para describir una acción por medio de la cual una persona es liberada de un peligro que la amenazaba. Se habla de una persona “salvada” de perecer ahogada o en un edificio en llamas o en un naufragio. En cualquiera de estos casos se entiende tres cosas:
1.   La persona salvada estaba en peligro de muerte.
2.   Alguien vio su peligro y acudió a su ayuda.
c.    El éxito coronó sus esfuerzos y pudo rescatar la persona de su peligro y de esta manera la “salvó”. Las palabras “salvar”, “salvado”, “salvador” y “salvación” aparecen muchas veces en la Biblia y tienen exactamente este significado en el sentido espiritual.

          II.           Su Necesidad
La necesidad de la salvación divina es consecuencia de los hechos innegables que toda persona debe admitir: 1. El hecho del Pecado en el ser humano.   La condición espiritual del hombre por naturaleza y hemos notado como cada persona viene al mundo con una naturaleza pecaminosa que la constituye pecaminosa de nacimiento. Esta naturaleza pecaminosa, se evidencia más tarde por pensamientos pecaminosos, palabras y hechos indignos y una actitud de enemistad contra Dios. La Biblia muestra esto claramente.
Léase: Romanos 5:12, 18, 19; 6:16; 8:58; Génesis 6:5; Efesios 2:13; 2 Corintios 4:3,4; Isaías 53:6; Jeremías 17:9; Marcos 7:2023; Romanos 1:21-32; 3:19-23.
Claramente se desprende de estos versículos que el hombre es:
1.   Pecador: necesita el perdón.
2.   Perdido: necesita ser hallado.
3.   Condenado: necesita salvación.
4.   Muerto Espiritualmente: necesita vida.
5.   Ciego: necesita iluminación.
6.   Esclavo: necesita liberación.

El hombre es completamente impotente para salvarse a sí mismo.
2. El hecho de la justicia de Dios. Dios es santo y debe castigar el pecado; “De ningún modo justificará al malvado” (Éxodo 34:6,7). Él ha revelado su desagrado hacia el pecado y su sentencia contra todo aquel que muere en sus pecados, esto es, eterna separación de su presencia (Juan 8:21,24; Marcos 9:43-48; Lucas 16:22-31; Judas 11-13; Apocalipsis 20:1115).
La conclusión es lógica: siendo que el hombre es un pecador y Dios es justo. El pecador necesita ser liberado o salvado del juicio de su pecado. Su clamor deberá ser: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30,31).

          III.         Su Provisión
El evangelio es las buenas noticias que Dios en su gracia maravillosa ha provisto abundante salvación por medio de la persona y obra de su amado Hijo. Se enseñan dos cosas con claridad:
1.   Cristo vino para ser el salvador de los pecadores (Mateo 1:21). El Hijo de Dios, eterno e igual con el Padre y el Espíritu Santo, tomó forma humana para poder proveer salvación (Juan 3:16,17; Marcos 10:45; Mateo 9:12-13; Juan 10:11,15-18).
2.   Por medio de la muerte y resurrección de Cristo, esta salvación ha provisto la completa satisfacción de Dios. Al morir voluntariamente en la cruz, Cristo asumió completa responsabilidad por nuestros pecados sobre su propio cuerpo y murió como un sacrificio en substitución de los pecadores. Todo el juicio de Dios contra el pecado cayó sobre El y allí en la cruz El satisfizo las justas demandas de Dios contra el pecador. Dios indicó su completa aceptación al levantar a Cristo de los muertos y sentarle a su diestra. Léase: 1 Corintios 15:14; 2 Corintios 5:21; 1 Pedro 2:24; Isaías 53:5; Romanos 5:69 y Hechos 4:10-12; 17:31.

          IV.         Las Condiciones.
Puesto que Cristo ha efectuado a la perfección la obra completa de la salvación del pecador por el sacrificio de sí mismo, ¿qué debe hacer el pecador para entrar en posesión de esta salvación?
1.   Debe arrepentirse. El arrepentimiento consiste sencillamente en un cambio de modo de pensar, lo que dará por resultado un cambio de actitud hacia el pecado, hacia sí mismo, hacia el Salvador y la salvación; esto a su vez se evidencia por un cambio en el modo de obrar. (Lucas 13:3; Hechos 17:31; 20:21). La indiferencia del pecado dará lugar a un hondo deseo de tener la salvación; su orgullo dará lugar a la humildad; su autosatisfacción a una franca confesión de su impotencia y desesperada condición merecedora del infierno.
2.   Debe creer el Evangelio, o sea el testimonio de Dios frente a la persona y obra de Cristo (1 Juan 5:9,19) Reconociéndose un pecador perdido y culpable, debe creer que Cristo llevó sus pecados, tomó su lugar y que por medio de su muerte efectuó la obra completa necesaria para su salvación (Rom 4:5).
3.   Debe aceptar al Señor Jesucristo como su Salvador personal mediante un acto decisivo de su Propia voluntad, para de ahora en adelante reconocerle como el Señor supremo de su vida” (Juan 1:12; Romanos 10:9,10; Juan 3:16; 5:24; 6:47; Efesios 1:13). Este es el acto decisivo. Por qué no decir ahora mismo desde el fondo de tu corazón: “Señor Jesucristo, vengo a ti como un pecador perdido y culpable. Creo que tú llevaste la carga de mis pecados y moriste en mi lugar en el Calvario. Descanso ahora en tu obra perfecta y te recibo como mi Salvador y de ahora en adelante reconozco como Señor y dueño de mi vida”. Esto es lo que significa “creer en el Señor Jesucristo” (Hechos 16:31).

          V.           Su Seguridad.
¿Cómo puede una persona saber con toda certeza que es salva? Contestamos sin titubear: por la Palabra de Dios. Dios en las Escrituras dice que todo aquel que confía en su Hijo es perdonado, salvado, poseedor de vida eterna y está seguro para siempre. Léase: Hechos 13:38; 1 Juan 2:12; Efesios 2:8; 1 Juan 5:13; Romanos 5:1; 8:1; Juan 10:27-30 y Corintios 6:11.

          VI.         Su alcance.
La salvación tiene un aspecto triple: pasado, presente y futuro.
1.   Pasado: Salvación de la pena del pecado o sus consecuencias. Ya que Cristo ha llevado todo el castigo merecido por nuestros pecados, el creyente es liberado de sus temidas consecuencias (Juan 5:24; Romanos 8:1).
2. Presente: Salvación del poder del pecado o de su dominio. Como consecuencia de la morada del Espíritu Santo en nosotros, unido al hecho de haber recibido la naturaleza divina, el creyente ahora está capacitado para experimentar la liberación del dominio del pecado en su vida (1 Corintios 6:19; 2 Pedro 1:3,4; Romanos 6:1-14). Esto no quiere decir que el creyente no pueda pecar; lejos de ello por cuanto todavía posee esa naturaleza pecaminosa llamada “carne”. Quiere decir, sin embargo, que en la medida que el creyente se apropia de los medios que Dios ha provisto, el pecado no será un factor dominante en su vida. Esta liberación presente dependerá de:
a.    La lectura, el estudio y la obediencia a la Palabra de Dios (2 Timoteo 2:15).
b.   En mantenerse constantemente en contacto con Dios por medio de la oración (Hebreos 4:1416).
c.    La rendición de su cuerpo a Dios para una vida tanto recta como pura (Romanos 6:13; 12:1).
d.   Una pronta confesión de todo pecado conocido (1 Juan 1:8,9; Tito 2:1115).
3.  Futuro. Salvación de la presencia del pecado o de cometerlo. Esto ocurrirá al venir Cristo de nuevo. Entonces El levantará a los muertos y transformara a los vivientes de modo que tendrán cuerpos incapaces de pecar, incapaces de decadencia o muerte. Este es el aspecto final de la salvación por el cual estamos esperando (Hebreos 9:28; 1 Tesalonicenses 4:1318).

          VII.       Sus Resultados.
Estos son muchos (Efesios 1:3-14), algunos de los cuales se dan a continuación:
1.   Paz con Dios (Romanos 5:1). Ya no existe enemistad.
2.   Aceptación ante Dios en Cristo (Efesios 1:6).
3.   Gozo en Dios como hijos suyos (Romanos 5:10,11; 8:1417; Gálatas 3:26; 4:7).
4.   Vivir para Dios. (2 Corintios 5:14,15; 1 Pedro 4:25).
5.   Servicio para Dios. Por medio de buenas obras y testificar para El (Efesios 2:10; Mateo 5:16; Marcos 16:13,16).
6.   Adoración, alabanza y oración a Dios (Juan 4:23; Hebreos 13:15; 4:1416).
7.   Un hogar eterno en el cielo (Juan 14:13; Apocalipsis 21:2122; 22:5).

No descansemos hasta saber, basado en la autoridad de la Palabra de Dios, que somos salvos Eternamente.

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